Punto de Vista. Reconocer no es conformarse. Por oir consejos –
En días
atrás en estas páginas traté el tema buscando un culpable, lo que es inherente
a los seres humanos, un mecanismo de defensa a ultranza y casi siempre tratando
de encontrar la causa del problema en el otro. Algunas ideas sobre el asunto se
plantearon como resultado de la experiencia en el estudio y comportamiento de
esa afirmación. Con el propósito de confirmar esa idea te propongo reproducir
algunos fragmentos de uno de los cuentos de Las mil y una noches. Encabeza la
introducción una frase anónima que dice: Busca y hallarás cosas preciosas. De
esa página he tomado el siguiente párrafo: ...Sorprender y deleitar con
anécdotas jocosas, burlescas, elegiacas, trágicas, lúgubres y lacrimosas hacen
del humano narrador un buscador de todo cuento exquisito para distraer la melancolía
y el hambre...
El cuento
seleccionado: Fabula del asno, el buey y el labrador.
“Un día
entre los días, mientras contemplaba el juego de sus hijos más pequeños (el
labrador) oyó en el corral vecino hablar a un buey y un asno. Prestó atención y
he aquí lo que decían los animales:
—Come,
come, amigo asno — exclamaba el buey—; come y que te haga buen provecho! No
puedes quejarte de la vida que llevas; te dan buena cebada, haces con
tranquilidad la digestión, te limpian la piel para que brille y luzca, y si no
fuera por los pequeños paseos en que llevas a lomo a nuestro amo, tu vida sería
una ininterrumpida ociosidad. En cambio yo, cuando no estoy tirando del arado
en las tierras de labor, tengo que ir con el carro al molino o a recoger la
cosecha. Me alimentan mal y la aguijada se clava constantemente en mis ancas. ¡Como
envidio tu suerte hermano asno! A esto el asno replicó:
— No debes
quejarte, hermano buey. La culpa de todos tus males la tienes tú mismo. Si
cuando van a uncirte al arado, empezases a repartir cornadas y coces y te echas
al suelo, ya verás como dejarán de tratarte con la dureza de que te quejas.
Hazlo desde hoy, rebélate, no seas manso como son todos los de tu raza, y verás
como la vida cambia para ti. Al día siguiente, cuando el mozo de labranza se
acercó al buey para uncirlo a la carreta, el animal empezó a mugir y a tirar
cornadas a diestro y siniestro, el criado no pudo dominarlo y fue a contar el
caso al amo.
Este
recordaba perfectamente la conversación sostenida el día anterior por los dos
animales, comprendió que la rebeldía del buey se debía a los consejos del asno.
Ordenó al
criado dejar al buey en la cuadra; en su lugar colocar el asno y no dejarlo
descansar. Así lo hizo el criado; el asno trabajó todo el día al terminar la
tarea estaba ya rendido que no podía estar en pie. El buey en cambio había
pasado el día excelente; comió bien y no trabajó nada. Se apresuró a expresar
el agradecimiento al asno por sus buenos consejos. El asno por su parte
murmuraba “Bien merecido tengo lo que me ocurre”. Llevaba una vida tranquila y
por imprudente me veo sometido a la dura condición del buey.
Al día
siguiente de nuevo el asno al trabajo extenuado y con hambre. El hombre quería
conocer lo que hablarían los animales.
El asno tirado en la paja, le dijo al buey:
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