Reconocer
no es conformarse. A bajarse, llegamos hasta aquí.
El cuento
de hoy, basado en hechos reales.
El camión
Rojo-Negro de finales de la década del 50, ya viejo de tanto ir y venir, desde
Santiago de Cuba hasta la región occidental, ha requerido en estos más de 60
años, varías intervenciones, ha necesitado chapistería, rectificación de
medidas de diferentes componentes, pintura y otras modificaciones, al decir de
mi abuelo, una vieja con colorete. Así en la actualidad una vez más se enfrenta
al largo viaje, en condiciones adversas, entre ellas el alto precio del pasaje,
un reto fuerte para el viajero.
Las
difíciles condiciones de la vía en la región oriental, profundos y abundantes
baches, tránsito excesivo de quitrines, riquimbiles, traslado de ganado o este
encima de la vía, por falta de cercado en los potreros, no hay garantía para
meriendas y comidas, en las terminales no existen puntos de venta de
gastronomía, en algunos lugares como la conocida “terminal vieja” de Sancti
Spititus en las tardes puedes encontrar una pequeña tacita con algo que le
dicen café por solo 10 pesos y pan con algo a 25, en la terminal nueva, donde
no hay acceso al público ni al transporte alternativo dos tiendas por MLC. Y en
los que fueron los “conejitos” a precios módicos, ahora pertenecen a los nuevos
actores económicos y baños “rentados” en los que eliminar el deseo de orinarar
te cuesta 5 cup. Otro serio inconveniente es la no disponibilidad de
combustible en las pistas conocidas como Oro Negro y en otros casos largas
colas para, si abastecen, y si todo no es para los carros estatales, El conductor
dispone de un equipo de “apoyo” que se encarga de captar viajeros y ofrecerles
información a los aspirantes, viaje cómodo, rápido y seguro, más bien como el
filme Rápido y furioso. Sobre lo seguro del recorrido no hay mucha confianza.
Ante el deprimido transporte nacional, no hay más remedio y alternativa que
montarse en el carro rojo-negro y correr el riesgo. Ya con una multitud
heterogénea en edades y condiciones económicas, entre paquetes de dudoso
contenido se hace complejo el viaje.
A poco se
detiene por una repentina avería, un viajero asegura ser ingeniero y se ofrece
a la tripulación para resolver el problema. Comienza la preocupación colectiva,
algunos se quejan, otros lamentan haberse montado en ese carro, se sienten
engañados, el calor empieza a sentirse, terminado el primer problema porque un
vecino del lugar ofrece un poco de combustible, este no de Oro Negro, sino de
la bolsa negra. Un empujoncito colectivo, para seguir y camino de nuevo.
Transcurre
el tiempo y la incertidumbre y la duda sobre si el viaje puede continuar, todos
a la espera de llegar a la “autopista”, vía con menos dificultades.
Ya se
anuncia el esperado tramo, ya se oscurece, los rostros cansados, la incomodidad
presente, niños inquietos, el que no trae su pomito con agua promete no dejarlo
jamás, no se ofrece en la red gastronómica, algunos a veces a 100 cup de los
chiquitos en los puntos particulares.
Cuenta el
viajero que ya a más de la mitad del camino el vehículo vuelve a detenerse
bruscamente, de nuevo otra avería. Ante el desconcierto tras largo tiempo en
ese cachivache la cosa se puso fea. El conductor se acerca a los viajeros:
—Bájense…
hasta aquí llegó el viaje.
Se formó lo
que se formó, ofensas, amenazas, los ayudantes dispuestos a enfrentar la
protesta a como fuera. Algunos se lanzaron para abordar un tractor con carreta
que transitaba por el lugar.
- Cuanto
falta para llegar al próximo pueblo? -La respuesta de alguien que conoce el lugar,
- Estamos a
menos de 144 Km, unas 90 millas.- aclara, no lo vemos porque está en apagón el batey
intermedio. Los más jóvenes mochilas al hombro se ponen de acuerdo, seguimos
caminando, nos vamos entrenando. Algunos de mayor edad se dirigen al conductor
y sus ayudantes, para conocer la situación.
- No se
preocupen, tranquilos estamos trabajando para resolver el problema, confianza…
esta avería la vamos a resolver y ya estamos gestionando combustible. Además
contamos con la ayuda del ingeniero,
- ¿De
quién?. Ah no, ese se quedó desde el primer momento que se acabó el
combustible.
El viajero
que cuenta la historia… se arrepintió de seguir y regresó.