Lecturas para el alma, la meditación y la risa

Lecturas para el alma, la meditación y la risa
Por: José Francisco Martínez Ortiz

lunes, 6 de septiembre de 2021

Lo que ya no hay en Paredes.

 Punto de Vista. Reconocer no es conformarse. El cuento de hoy. Ahora viajamos en el tiempo al poblado de Paredes en el entonces término municipal de Sancti Spíritus, iniciamos el recorrido hasta los primeros meses de la década del 60 del pasado siglo.

El poblado que refleja el Macondo de Cien años de soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez (ver foto de una de las calles de esa época), la conocida “Callancha”, o calle ancha. 

Callancha 
 


Callancha en 2021

En medio de esas condiciones y con fuente de empleo sólo en tiempo de zafra y el resto el llamado “tiempo muerto”, existían en el poblado comercios, bares, Casillas refresqueras kioskos y tiendas de productos varios y una red de comunicación respetable.

Les contaré en detalles la infraestructura en medio de la pobreza, hasta el inició de 1960. Este cronista nació y convivió en el lugar hasta finales de la década mencionada. Los comercios, una gran tienda de víveres de Ignacio Choy, chino asentado en el barrio, una construcción de tabloncillo y tejas francesas, espaciosas, limpias y surtidas. La tienda de Soroca, polaco que eligió el lugar para su comercio. La tienda de Gustavo, paredeño con una variedad de productos y el embarque de huevos y pollos semanales hacia la Habana por la vía del ferrocarril. La tienda de Benito, otro emprendedor de la localidad, el Kiosco de Raúl, con variedad de ofertas para escolares y toda la población, ahí encontraba el popular pan con timba, el queque criollo y el habanero, la tortica de dulce de coco o de leche criollas, atendidas por la familia, y la tienda de Florinda donde podía encontrar desde un pomito de perfume Parami, carretel de hilo de cualquier color, cortes de tela, un rollizo de esparadrapo o un pomo de leche de magnesia Philips, o un tubo de pasta Colgate. Para viajar hasta Sancti Spíritus, se disponía del conocido Gascar, con tres viajes diarios de ida vuelta desde la ciudad de Zaza del Medio hasta el puerto de Tunas de Zaza, con un paradero en Paredes, la puntualidad en primer lugar, no fallaba. Una piquera de autos privilegiada, les digo: un Ford del 48, de Felique, mientras más tomaba, mejor manejaba, un Chevrolet del 54, de agencia, negro como una azabache, de un joven hijo de Benito, un Pontiac del 56 de un descendiente de isleño que no le gustaba el trabajo del campo, un hermoso Chevrolet del 57 de Rafelito, blanco reluciente, todos por el precio de 60c, competían en una piquera a gusto del viajero, un auto del cual no recuerdo la marca, de Asio Morgado, un modelo rarísimo, (para el barrio) y un auto Pakard del 38) para viajes interno en fiestas de campo. La competencia del ferrocarril era fuerte, solo 15c y a la hora exacta.

Para la recreación, tres bares, dos con máquinas traganikel o victrolas y uno con un flamante billar, y una refresquera de jugos naturales, de  piña, chirimoya, tamarindo, naranja y una guarapera todo por 5c en un vaso de esos llamados gallegos, además de una balla de lidia de gallos finos y una tirada diaria a las seis de la tarde de la “bolita”. Así transcurrió la vida en el macondo paredeño. El mayor grado de escolaridad que se podía alcanzar era sexto.

Otra curiosidad, Ud. podía apreciar en las calles una puerca parida con varios lechones y ella sólo sabía a quién pertenece, así las aves de patio en patio; y como no había fluido eléctrico, se aprovechaba en las noches el aire natural y las ventanas permanecían abiertas. La zona de esparcimiento era el área del ferrocarril, unas lomitas de pasto verde, donde tirarse en lomos de yagua secas era un espacio para los niños mientras los adultos esperaban a un familiar en el Gascar de las cinco. Tal vida citadina se interrumpe en 1960. Se arregla el camino vecinal y desaparece la piqueta de máquinas cuando se crea la conocida ANCHAR. Solo queda el Gascar. Donde radicaba el bar-billar-refresquera-guarapera se establece “la tienda del pueblo“ por supuesto las demás desaparecen. La balla de gallo deja de existir y el bar pasa a un comercio de gastronomía, con servicio y ofertas limitadas, los dos restantes.

Desaparecieron. Continúa el desarrollo y el mítico Gascar sede la vía a una locomotora con tres o cuatro coches, sin ventanillas, asiento de tablas estrecho y no le pusieron puertas, o mejor dicho quedan abiertas, un problema en tiempo de lluvia y de frío. Lo que se compraba en la tienda de Florinda, había que ir a Sancti Spíritus para adquirirlo.

Como parte del desarrollo, se construye una gran nave y las mujeres tienen empleo, decenas se incorporan a la llamada Fábrica de especias “Esteban Hernández” se trata de una envasadora, tuvo que ser cerrada por el costo de importar desde China las especias. Hoy es una panadería y la fuente de empleo femenina es un taller de artesanía (fábrica de sombreros de guano), pero es difícil traer el guano desde la costa.

Se asigna un ómnibus para el transporte y llegar hasta “la Caoba”, se asfalta el camino hasta el entronque de Guasimal y ni Caoba ni Paredes. Entra en juego el transporte de ”guarandinga”, conocidos ahí como peseros, al cobrar ese precio en un viaje desde y hasta Sancti Spíritus, avanza el tiempo y el tren, casi nunca viaja, falta de combustible o desperfecto técnico o mal estado en la vía y el día que viaja, (casi siempre una vez), si está programado para llegar a las 10 am, a las dos o las tres se aparece y no preguntéis sobre él, porque te contestan :”no sabemos”, ahora cuenta con un policlínica, tuvo hasta ambulancia, en la actualidad hay que pedirla a Sancti Spíritus. (Ahora por las restricciones ni un medio ni otro, ir a salir desde ahí es imposible). No quedó un bohío de guano (foto del 2020, de la misma “Callancha”. Quien escribe esta página, en las noches coimeaba en el billar (apuntar los resultados y cobrar la mesa). De ahí salí muy joven, el lugar no se parece a cuando fui niño, cambió con el desarrollo. En otra página me referiré al tránsito por esos primeros años de los 60 de jóvenes soviéticos que en el periodo conocido como Crisis de Octubre en las noches iban al poblado a comer cuadritos de pan viejo y alcohol, estaban en una base de cohetes a dos leguas del barrio. En la finca que era de mi abuelo estaba emplazada la instalación militar.

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