Punto de Vista. Reconocer no es conformarse. El cuento de hoy. De la serie Cuentos Variados. Carmela, la hipertensión y la mata de yuca de jardín. En los primeros meses de la década del 70 del pasado siglo, un doctor incorporado al servicio médico rural llega a un poblado con una población deseosa de disponer de un policlínico con esa posibilidad. Por esos años próximo al lugar, funcionaban algunos centros de estudio de los conocidos como ESBEC y las hermanas “provisionales “, las que aportaban un considerado número de pacientes, en ocasiones hasta tres ómnibus escolares, con decenas de estudiantes “enfermos “, estoy seguro que algunos de los seguidores de esta página, viajaron con esta condición a la consulta y hacían que su brigada perdiera la emulación. Imagine usted un lugar con una población deseosa de verse con el médico y de pronto 30 o más enfermos, se formaba lo que se formaba , ahí la enfermera, organizaba y clasifica según la patología y síntomas, algunos se regaba y se dirigían al bar, panadería, refresquera o algo así. Los profesores encargados pastorean a los becarios y la enfermera mientras, va preparando las jeringuillas para el correspondiente ”dolor”, algunos dicen sentirse aliviados y con el pan con croquetas en la mano. En esos trámites el Dr de referencia, sale al portal y dar la orden de agrupar por tipo de dolencias...—los de catarro par aquí, los dolores para acá, los de vómitos y diarreas se me ponen aquí. Ahí extendía una receta colectiva que la enfermera del centro adquiría en la farmacia y recibía la indicación. En esa situación, Carmela se molestaba y se le subía la presión. Pero las dos situaciones se presentan día a día, y la señora vivía frente al centro de salud. Sólo cruzar la calle y ya en el banco de espera, a esperar su turno para que le tomen la presión. Ante la llegada de los ómnibus escolares, corría para que el médico la viera.
Frente a su
casa, en un pequeño jardín, justo al borde del muro de entrada, una hermosa
planta de adorno, muy parecida a una mata de yuca, recibía agua en la mañana y
se veía lozana, muy verde y frondosa, aunque no muy alta. (No supe su nombre,
el médico tampoco la conocía). Unos de esos días insistentes de Carmela, el
galeno resuelve el problema. Mire, tengo para usted la solución, para la
hipertensión. —Cómo doctor?, dónde hay que comprar la pastilla, la hay en la
farmacia de aquí?, cuánto cuesta?. —nada Carmela nada—, no tiene ni que ir a
ningún lugar, la solución está al alcance de la mano. —No me diga
hijo!—exclama—. Pues sí, ahora mismo, pero ahora, de abajo para arriba, le
arranca dos gajos a la “yuca de jardín”, esa del frente, se toma un jarro del
cocimiento en la mañana y otra una hora antes de acostarse, cuando llegue al
último tallo, va sembrando otra y olvídese de mí. Ni piense en que usted ha
sido hipertensa...! Al mes de la verde, lozana y hermosa planta, solo queda el
tallo principal, y pequeños gajitos secos. Carmela no fue más a la consulta.
Preguntaba a los vecinos y conocidos, donde encontrar otra planta de yuca de
jardín.
Otro de un
colega del médico de la historia. Este un reconocido ortopédico. Años después
de la cura de Carmela. La paciente sufre de un egipce, acude al médico de
guardia y por la experiencia de la especialidad indica al técnico aplicar yeso
en forma de una bota. A poco ya realizado el trabajo, la pregunta de rigor ante
el eminente dolor por la lesión. —Dr. y para el dolor? — la respuesta no se
hace esperar—, agua y ajo. Con la duda de cómo tomarlo. La indicación, no… no
tiene que tomarse de ninguna forma, es aguanta y ajooodeeersee.