Punto de Vista. Reconocer no es conformarse. El Cuento de hoy.
Volvemos al
poblado de Paredes, por supuesto no se trata de un cuento, un análisis de la
evolución filial les mostrará un detalle social sobre la preponderancia de un
apellido que con mucho orgullo llevaban los paredeños en una proporción que
hasta principios de la década del 60 alcanzaba a 8 de 10 familias según estudio
del autor.
Les cuento en el poblado de la época, cuando la Cayancha en todo su trayecto a ambos lados los bohíos estaban construidos de tablas de palmas, techo de guano y piso de tierra, (hace unos días se publicó una foto al respecto), todas las familias llevaban el apellido Macías, se decía:..si eres de Paredes eres Macías o viceversa. El resto del poblado y los dueños de las fincas alrededor tenían los apellidos, Los Díaz (tres hermanos) Cueto y familia una de las casas de mampostería, el chalet de Cruz, con una finca y ligado con los Díaz, Valdés, descendiente del Capitán Médico de la Guerra de Independencia a la vez bisabuelo del autor y Belén Ortiz, abuelo materno de este escribidor, de quien ya les he comentado en crónicas anteriores. Propio del poblado las relaciones y uniones maritales entre primos, por lo que resultan vecinos con el apellido Macias por cuatro veces y tal vez más. Hijos legítimos y extramatrimonial entre Macías. En las festividades todos compartían.
Con el desarrollo a partir de la
década del 60, a partir de un vínculo de un paredeño con una oriental, hasta
ese territorio llega la información de contenido de trabajo en las fincas
chapeando potreros y en la actualidad un alto índice de la población es de
origen oriental. Como se conoce a Cabaiguán como pueblo de isleños, así resulta
Paredes, respecto a los orientales. Un paredeño, de los Macías, autóctono
realizaba tres funciones como protagonista, tenia una casilla (venta de carne
de res), en parte de la vivienda, el área del solar cubierta de yaguas de
palmas en un proceso de secado y empaque para enviar a las escogidas de tabaco
en Cabaiguán, tenia además como oficio la compra de “hierros viejo”, lo que
puede considerarse el antecedente de la tienda de materias prima, los
buscadores de yaguas las recogían en los palmares que bordean los arroyos
próximos al poblado por 5c. Una vez por semana que se sacrificaba una novilla,
Guillermo recibía centenares de clavos de línea, herraduras viejas y cuanto
traste de hierro o aluminio aparecía y pagaba con ternillas, huesos lengua,
patas por más valor un pedazo de carne. La loza de sacrificio estaba a menos de
100 metros de mi casa y resultaba un entretenimiento el acto del punzonaso al
cuello del animal atado a un grueso poste, y el correspondiente berrido. Acto
que desapareció a partir del momento inicial en que un carro del cárnico
llevaba el producto al poblado, pero después no regresó hasta el
establecimiento de las dietas médicas y carne para niños. Otro ilustre paredeño
exportaba pollos y huevos para la Habana a través del ferrocarril, recuerdo
familias que amarraban un cordel a las patas de las gallinas, para seguirlas
hasta los nidales y cambiar por productos a un valor de tres c, la unidad. Macías
también el comerciante. Les contaré las ocurrencias sobre el perro de Cruz, que
cuidaba la arboleda, tenía por nombre “Completo” y paradójicamente le faltaba
el rabo.
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Parque de Paredes |